La Vanguardia- Domingo 31 de Octubre de 1954
POR parte de muchos de mis lectores recibo cartas interesándose para que me ocupe de los platillos volantes que, de algún tiempo a esta parte, llenan con grandes titulares las páginas de la,Prensa francesa y empiezan a invadir las de la española. Es éste, sin embargo, un tema al cual no me resulta grato referirme, sencillamente porque es uno de aquellos en que más se ha mezclado la fantasía. En 1952 me nombraron corresponsal en España de la «N. Y. Research Association for Meteors» de los Estados Unidos, entidad que tiene por objeto, además del estudio de los meteoros, precisamente el de los datos relativos a la aparición de platillos volantes. Desde entonces les suministré variada información.
Pero creo haber fracasado por una razón sencillísima. Casi siempre eran ellos quienes me preguntaban a mí sobre apariciones de platillos volantes ocurridas en España, de las cuales yo no tenía noticia o sabía positivamente que no habían existido más que en la imaginación de algunos bromistas o de personas ciertamente de buena fe, pero que confundían tales apariciones con otros fenómenos o con otras apariciones que nada tenían que ver con lo que se supone que sean los platillos volantes: astronaves procedentes de otros mundos. Estas supuestas apariciones, publicadas en forma sensacionalista en algún periódico, habían llegado a los Estados Unidos.
Yo no he tenido aún la suerte de ver con mis propios ojos ningún platillo volante. En cambio, sí he visto varios objetos que muchos tomaron como a tales o como a sus efectos: globos sondas a la deriva en la atmósfera, estáticos o avanzando lentamente y retrocediendo después; estelas formadas por aviones a reacción, los cuales, por su gran altura, eran invisibles, siéndolo, en cambio, durante mucho tiempo, las nubes formadas por tenues cristales de hielo a alturas de 3 y 10.000 metros sobre el nivel del mar; bólidos espectaculares que, con relativa frecuencia, pasan por nuestro cielo, siendo sólo observados por contadas personas. Pero, como es lógico, el hecho de que yo no los haya visto no significa absolutamente nada. Hace ya bastantes años un querido amigo mío, doctor en Medicina, que pasaba el verano en una población rural de Cataluña, fue requerido, hacia las dos de la madrugada, para visitar a una enferma. Era cuestión de trasladarse a una masía situada en plena campiña, bastante lejos de aquélla. La noche era excepcionalmente serena y las estrellas brillaban en el cielo, como suelen brillar en el campo y a esa hora que precede al amanecer.
Mi amigo avanzaba y admiraba, al propio tiempo, el grandioso espectáculo del mundo estelar, que siempre resulta sobrecogedor. De pronto vio avanzar un disco de tenue luminosidad a considerable altura. En aquella época, hace unos doce años, apenas si se hablaba de platillos volantes. Cuando me comunicó el hecho, y suponiendo que se trataría de algún bólido, le hice las preguntas de rigor:
—¿Cruzó el espacio en una dirección determinada?
—Sí.
—El paso por el cielo ¿fue cosa rápida?
—Avanzaba lentamente. Permaneció en el cielo unos dos minutos.
—¿Siguió una trayectoria rectilínea?
—No. Avanzó y luego retrocedió.
Era evidente que no se trataba de un bólido, porque éstos; cruzan el espacio con velocidad aparentemente uniforme, siguen trayectorias rectilíneas y su aparición en el cielo es cuestión de segundos, estallando a veces a gran altura y dando lugar a una luminosidad de intensa coloración roja o verde. Pero al estallar un bólido se produce en algunas ocasiones una nube de gases que, al serlo en regiones donde reinan temperaturas muy bajas, dan lugar a la formación de nubes algo permanentes que el viento redondea o disgrega, o lleva de uno a otro lado.
Sin embargo, en el caso de mi amigo doctor, merecedor de toda confianza, era evidente que el fenómeno no podía confundirse con el paso de un bólido.
Hace algo más de un año, es decir, durante los últimos días del mes de junio de 1953, fue visto en el cielo, desde Mallorca y desde Ibiza, un objeto raro del cual los periódicos hablaron mucho en aquella fecha. Observado a simple vista ofrecía un aspecto oval, pero a través de unos prismáticos su forma era parecida a la punta de una flecha.
Parece ser que los pescadores de Ibiza lo descubrieron a las cinco de la tarde del 17 de junio. Fue visible en días sucesivos
desde las dos de la tarde hasta poco después de la puesta del sol como un objeto brillante situado a una altura que se calculó en unos 45 kilómetros. La observación fue avalada por otro amigo mío, joven estudiante de la Facultad de ciencias
de la Universidad de Barcelona, que entonces se encontraba en la bella isla balear.
La Prensa ha publicado otros muchos casos y, hasta recientemente, fotografías de platillos o cigarros volantes. Esto quiere decir que algo existe. Y que merece ser estudiado desde un punto de vista rigurosamente objetivo, como se está haciendo desde los Estados Unidos. Sentar afirmaciones o negaciones prematuras de carácter subjetivo siguiendo el escepticismo o la credulidad de cada cual no tiene gran valor.
Hace más de un siglo Arago, en su «Astronomía Popular», decía:
—Si me hiciesen simplemente esta pregunta: ¿está habitado el Sol?, contestaría que no lo sé. Ahora bien: si me preguntasen si el Sol «puede» estar habitado por seres organizados de manera análoga a los que pueblan nuestro globo, no dudaría en contestar afirmativamente.
Esta manifestación de Arago, que hoy nos parece un completo desatino, podía hacerse en aquella época en que predominaban aún las ideas de Herschel, según las cuales el globo solar estaba constituido por un núcleo obscuro y relativamente frío rodeado de una atmósfera en la cual flotaba una capa de nubes muy reflectantes que difundían por
el espacio la luz de la capa exterior o fotosfera. Hoy día sabemos que dicho núcleo, en vez de estar frío, tiene una elevadísima temperatura de millones de grados.
El error de Arago consistió en sentar una afirmación para la cual no estaba preparada aún la ciencia de aquella época,
y nos demuestra con cuánto cuidado hay que proceder cuando se trata de cosas que no conocemos con la debida exactitud.
En el caso concreto de los platillos volantes es preciso, pues, observarlos y estudiarlos. Y mientras esperamos que
por frente de nuestra ventana pase uno de esos raros artefactos y que los técnicos los persigan con sus aviones supersónicos, podemos meditar sobre dos hechos: Es el primero el de que los supuestos platillos volantes se observan precisamente cuando varias naciones están dedicadas con gran afán a la construcción de armas de gran alcance y de características completamente nuevas y cuyos resultados procuran mantener en el más riguroso secreto. Y el segundo que, de tratarse de la visita de supuestos habitantes de Marte, o sea. procedentes de un mundo que parece lógico suponer de evolución más avanzada que nuestra Tierra, sería muy raro que no se les hubiera ocurrido venir aquí hace ya muchos siglos y lo hiciesen ahora, precisamente cuando entre nosotros se ha desarrollado el gusto por la astronáutica, con mayor intensidad después de la última guerra mundial debido a los progresos realizados en el arte del lanzamiento de cohetes.
En realidad, se trata de dos circunstancias que no dejan de ser significativas.
Federíco ARMENTER
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